Publicado por joseángel

-¿Cómo dices que se llama la canción?- pregunto con la mirada perdida en el póster tamaño 4:1 de Giselle Bündchen.
-Miradas penetrantes. Y ahora puedes decir aquello de "tócala otra vez, Sam". ¿De qué película era?
Alberto es todo un experto en anécdotas o momentos de películas o libros, pero jamás encontrará la fuente por la que adquirió aquel conocimiento.
-Parece el título de una película porno. Y era de Casablanca. Pero no quiero que la vuelvas a tocar.
-¿Es mala?
-No, nada más lejos, me ha gustado. Pero estoy un poco saturado, ya sabes que no soy de ver películas repetidas hasta que no pasa mucho tiempo.
-¡Pero si cuando te da por una canción la puedes escuchar cien veces seguidas!
-Cierto... Me has pillado. Llevas razón, la música es distinta. Da igual que te sepas el final, de hecho gusta saber qué nota viene en la décima de segundo siguiente.
-Bueno, los hay que presumen de saberse el guión entero de La Guerra de Las Galaxias.
-Eso es otro tema. En Qué Apostamos salía una vez un chico al que le envolvían con papel opaco cualquier juguete y con agitarlo sabía lo que había dentro. Para gustos, colores. Me refiero a que si bien llegar a conocer profundamente un libro, por ejemplo, es meritorio, es porque representa dos cosas: la primera, que te gusta muchísimo, y la segunda, que ha habido un proceso largo en el que te lo has leído diez veces. Que seguramente el que se lo lee se divierta, pero no dejan de ser muchas horas, tumbado en una cama, serio. Esa es la diferencia con la música. Cuando una canción te llena, es capaz de catapultarte de la apatía a la alegría antes de que llegue a entrar el último instrumento. ¿Cuántas otras manifestaciones artísticas, situaciones o personas logran ese milagro en tan poco tiempo?
-Me lo has puesto fácil, pero no quiero hablar de tetas.
-Hombre, no es ninguna tontería. Probablemente el sexo y la música se parezcan más de lo que pensamos. Pero la música tiene más mérito. El sexo es la mayor puesta en escena de los cinco sentidos. Con una motivación obvia, vale, pero los cinco, y siempre los cinco, se visten de tenores y compenetrados pueden estar horas trabajando, ayudándose, disfrutando, recibiendo y enviando información, quemando el guión de la última vez para escribir otro nuevo, que quizá sea eso lo mejor, que cada día sea parecido pero totalmente diferenciable de los demás. Supongo que es el hecho de que los cinco funcionen al ciento diez por ciento lo que hace que dure en el recuerdo. Porque deciden ellos, si ese día la función les gustó, y su opinión no tiene por qué ser la tuya, entonces te la graban en el disco duro. Esos picos de intensidad en la actividad de tu cuerpo y el hatillo de tus emociones se quedan ahí guardados porque tus sentidos los recuerdan. Y cuando a ti te viene a la cabeza, más que como imágenes, más que como una película, recuerdas un gemido, una mueca graciosa, una gota de sudor rodando por donde sea. Lo que a ellos les llame la atención. A los diez, los tuyos y los de ella. ¡Imagínate la que pueden armar una decena de sentidos! Para escribir un libro. Y guardan el libro, el guión o como quieras llamarlo para, el próximo día, en su afán por hacerlo todo diferente, poder prenderle fuego.
-Muy bonito. ¿Y qué tiene eso que ver con la música?
-Pues fíjate, la música te excita, te levanta, te eleva, te hace dar saltos, reír. Te activa. Y sólo mediante uno de los sentidos. Bueno, a no ser que te encante mirar los colorcitos danzantes del reproductor mientras suena. ¿No tiene más mérito? Además, te voy a decir una cos...- el teléfono comienza a sonar con la misma música de siempre, pero distinto. Como si se hubieran elevado todas las notas un octavo, es un presentimiento. Y es Diego. Con noticias importantes.
-Chicos, tengo que irme a casa. ¿Me acompañáis? Por favor. Os cuento por el camino.