Publicado por joseángel


-Chicos, es mi madre… No se encuentra demasiado bien. Veréis, no quise decirlo antes porque no me apetecía que se supiera antes de saber qué era, y como el final fue feliz, me pareció innecesario. Hace unos meses empezó a sufrir dolores en el abdomen de forma repentina, y hasta la cuarta visita al médico no parecía tener causa aparente. Fue entonces cuando le diagnosticaron un quiste en el páncreas.-
-¿Qué es eso? –pregunta Laura con el gesto un tanto quebradizo, como siempre que habla de enfermedades. Es una hipocondriaca convencida, hasta el punto de que su madre le prohibió ver el telediario ante el gran número de epidemias descritas por Matías Prats que contraía su hija.
-Una especie de saquito, con una membrana propia, lleno de fluidos y que sólo pretende dar por el culo allá donde se sitúe, que por cierto es donde mejor le parezca a él.
-¿Como un tumor?-
-Parecido, sí.-
-Bueno, ¿y por qué fue feliz el final?-
-Porque resultó ser benigno. Los quistes no tienen por qué hacer daño al organismo, puede que exijan un tratamiento preventivo, pero pueden ser benignos. Éste lo fue. Pero no es éste el motivo de la llamada de mi hermano. Es que puestos a jugar a las cartas, os muestro la baraja entera. Hace unos días le diagnosticaron problemas en un ovario.-
-¿Otro quiste?-
-Un tumor. Y de los malos – noto como la mano de Laura aprieta la mía con fuerza. Puedo sentir los latidos de su corazón mediante los golpecitos que da la piel de sus manos entre las mías. Alberto no sabe qué decir. La gente normalmente no sabe qué decir ante estas situaciones, porque el “lo siento” es evidente y no arregla nada. Yo prefiero el silencio. Son silencios más cómodos que el intercambio de consuelos demodé, apresurados y torpes. Si no innovan, si no te arrancan una sonrisa restándole importancia o dice algo para levantarme el ánimo que no me haya podido imaginar que me dijesen... Prefiero el silencio. De todas maneras, no hay por ahí muchas personas con capacidad para sorprenderme. Además, hay confianza para obviar las formalidades. A menudo es más cortés callarse en determinadas situaciones que decir lo que se supone que hay que hacer. Una extensión más de la filosofía del hacer lo que apetece y se considera mejor y más rentable, no lo que debamos o es lógico.
-Lo siento… - susurra Laura.
-Se lo han descubierto avanzadísimo. De hecho, los médicos no entienden que no se percatase antes de que algo no iba bien dentro de ella. El tumor está muy desarrollado, pero los síntomas más naturales en estos casos son inflamación abdominal, dolor, dificultad para digerir… Muchos de ellos coincidentes con los problemas en el páncreas.-
-Pero… El ovario no está donde el páncreas…-
-No, pero un tumor como el que han descubierto ahora está provocando un fallo multiorgánico que desvía la atención hacia demasiados sitios. Nos han dicho que no nos hagamos ilusiones. Es muy difícil que salga de ésta. – ahora es ella la que no sabe qué decir, y la imagen se queda congelada. Parece que se sorprendan ellos más que yo. Cuando algo horroroso te ocurre a ti, la asimilación es acelerada, te conciencias y apuestas por salir lo más rápido posible del callejón, porque a menudo caminas por él para acabar deslumbrado delante de la tapia que indica que no tenía salida. Y entonces te arrepientes, porque en realidad sabías que por ahí no se iba a ninguna parte. Estabas convencido, pero no lo querías reconocer. Ahora bien, una mala noticia de otra persona asusta, y el miedo es a veces peor que la certeza. A la certeza te enfrentas; ante la mínima duda o posibilidad temes, temes y tu imaginación vuela para crear toda una serie de catastróficas y similares desdichas ocurriéndote el mismo día y a la misma hora, pero sin saber qué día ni a qué hora. Vuela como el buitre que espera a que su presa exhale el último aliento. Juntas todas las desgracias que has oído ese año para convencerte de que algún día te vendrán a ti todas de golpe, porque nadie está a salvo de nada, la vida nos trata con el mismo rasero. ¡Somos polvo en el aire a merced de tantas casualidades que tienen que darse para que podamos considerarnos felices! Lo que me toca, por esta parte, es soplar para ir allí adonde yo quiera.