Publicado por joseángel

Clavo.

Clavo era la especia. Clavo. Del francés, “clou”. Creo que la filología, cualquiera que fuese, me habría proporcionado más satisfacciones que la Ingeniería Naval. Los navíos es en lo que quiero emplear mis fuerzas y vida, y retirarme en Sri Lanka. Pero la filología es un hobbie-trabajo. ¡Hubiera sido ideal durante la Universidad!

Me admiro ante los estantes del supermercado. Ni de lejos soy un maniático del orden, pero ver todas esas cosas ricas apiladas perfectamente, por sabores, olores, tactos… Me fascina. A menudo sueño que me quedo encerrado en un centro comercial una noche y tengo la libertad para hacer lo que me plazca. Las posibilidades son infinitas. Desde organizar un cross en bicicleta sobre colchones de múltiples grosores y tamaños hasta ver el fútbol en cien televisiones distintas tumbado en un sofá de siete mil euros a la vez que saboreo ciento cincuenta tipos de patatas fritas diferentes.

En esa obnubilación, oigo a mis espaldas una voz conocida. No por mí, sino por casi todos. Gonzalo no es una persona especialmente inteligente ni con muchas virtudes, no destaca en casi nada, pero es de esas personas atrayentes. No atractiva, bueno, no sé, pero atrayente. Don de gentes, lo llaman. Pero él tiene algo más. Gusta tenerlo cerca. Tiene una conversación pegadiza. Y, sobre todo, una sonrisa sincera. Sonríe y te convence de que te conviertas al budismo. Dices algo gracioso y se le ilumina la cara, no finge. Nunca finge.

-¡David Bataller de compras! ¡Mariquita!

Me giro para comprobar el rostro del adulador.

-Y tanto. Ya lo sabes: antes un yonqui imponía y un marica daba miedo. Ahora somos tantos que la gente nos mira con indiferencia.

-Ah. ¿Y tú qué eres?

-Tú me lo dirás. ¿Ambas cosas? ¿No me dijiste el otro día de fiesta que nosotros somos lo que la gente dice?-sentencio con ironía.

-No pienso discutir, barquito. Para ellos, sí lo somos. Y no se lo podemos rebatir. Para nosotros, somos lo que cada día pensemos, ¡por siempre jamás! Pero una cosa te digo: tenemos culo de mal asiento y cada día nos consideramos esto o lo otro. En cambio cuando el resto de la gente tiene una opinión generalizada... ¿Crees que tanta gente se puede equivocar? Son más objetivos que el sujeto en cuestión.-

-No sé. Igual. Pero hoy sale tanto en la televisión el “No importa lo que digan los demás, oh sí, be water” y toda esa mierda, que emprendemos cruzadas contra el que no dice lo que queremos oír.

-Exacto. ¿A que hay personas cuya opinión de ti te importa muchísimo?

-Pocos.

-¿Los hay?

-Los hay.

-Pues eso. Y confías más en ellas que en ti mismo.

-Va Gonzalo, deja para otro rato las conversaciones trascendentales, que estamos sobrios. ¿Qué tal todo? No te he visto en dos semanas.

-Estudio bastante. Miento. No estudio; trabajo. A mí no me gusta estudiar, pero estoy loco con mi proyecto. Por fin tengo libertad, no treinta ejercicios que tengo que empollarme para ver si en el examen me cae algo similar. Ahora paso el día surfeando en Internet, busco en revistas, hablo con profesores –y bien sabes que me atrae poco-; en definitiva, que hago lo que quiero y a mi manera. Si la carrera llega a ser así siempre me cogen para algún proyecto internacional en el Sudeste Asiático.

-Pues cómo me alegro. Ardo en deseos de contemplar tus investigaciones científicas.

-No te rías, payaso. Te lo digo de verdad.

-¿Y yo no? Siempre que te dan rienda suelta es cuando eres capaz de hacer algo en condiciones. De verdad que me interesa. ¿Qué tal con Teresa, habéis quedado últimamente? Mira, te presto tanta atención que me saco rimas.

-No preguntes acerca de lo que no quieras saber.

-¿Por qué…? Ya sé que no es un tema muy de actualidad, pero pasados los estudios… Toca el amor. Salud sé que tienes.

-¿Qué amor?-pregunta sobresaltado.

-Es una forma de hablar, hombre. Suelta, que te veo raro.

-No sé.

-Vamos…

-Qué te voy a contar, tengo una racha extraña.

-¿A estas alturas? ¿Melancólica?

-No no, o sea, no de poner cara de cordero degollado ni suspirar por las esquinas. La echo de menos, pero en el buen sentido, sin tragicomedias. No es agradable acabar con relaciones, no es que creyese que consistiese en presionar un botón… Pero mi ideal se acercaba más al botón que a esto, sí.-sonríe.

-Bueno, fue bastante limpio, ¿no? Y hace ya un par de meses, ¿no está oxidado el botón?

-Limpio por absurdo. Salté del tren en movimiento y se quedó mirando al arcén extrañada mientras éste seguía hasta la siguiente estación. ¿Te ha gustado, eh?

-Metáforas aparte, ¿cómo puedes decir eso? La posición de la otra persona no es la más cómoda, ¿no crees?

-Vale, por el dolor y eso sí… Pero ahora en mi cabecita vizcaína queda el runrún de no saber si he metido la pata. Es el riesgo que corremos los dubitativos: la indecisión. Qué redundante, ¿no? Me refiero a que Tere está en paz consigo misma. Ha pasado, no puede hacer nada, le sonríe al mundo y se encoge de hombros. En cambio yo la veo y se me cae la baba.

-¿Te la secarás con cuidado, no? Que nadie se dé cuenta.

-No, cierro la boca y me la trago.

-¿Por qué me dices esto ahora? ¿A qué viene?

-¡Y yo que sé! ¿Desde cuándo me controlo? ¿Desde cuándo te controlas tú? Me pasa, y punto. Ahora la veo lejos y me causa impresión.-mira a mi mano con el bote de especias y duda un instante.

-¿Qué?

-Pues que mira viendo lo que has comprado me viene de perlas. Digo que no me vale eso de que un clavo saca otro clavo. Claro que hay clavos, las ferreterías están llenas, pero no hay dos clavos iguales, los hay mejores, más interesantes, más bonitos, más de todo. Pero no me dan lo que aquél clavo. La estantería no está tan bien sujeta.

-Pues tú sabrás, poeta de los cojones. ¿Sabes que leí ayer en el As? Sí, en el As. Fréderick Hermel hablaba del Olympique de Lyon y Benzemá o no se qué y citó una cita gabacha muy famosa: "Una sola persona te falta y el mundo entero está despoblado". Toma candela, ahora me sigues con tus discursos literarios.-sonrío triunfalmente.

-¿Hermel dijo eso? No chico, nadie se muere por nadie. Pero hay momentos en que no puedes contener la realidad. El otro día hice algo…

-Joder, ¿no puedes dejar de hacer el tonto? ¿Qué te tomas?

-David, la responsabilidad es mía, pero no soy la persona más expresiva. Bueno, sólo contigo, esta conversación sólo es posible con muchos seres humanos. Así que el orgullo no me deja decir nada a la cara sin tantear el terreno.

-¿Y bien?-pregunto escéptico con una ceja levantada.

-Es una gilipollez, pero me servía. Verás: el otro día estuvimos tomando café, ya sabes, no nos llamamos todos los días pero sí que nos vemos un par de veces en semana. Es inevitable que coincidamos en la universidad casi todos los días, y la verdad es que nos ponemos cualquier excusa para quedar un rato y charlar.

-Ya… Lo mío con Alba es parecido.

-¿Qué dices? Lleváis tres años o así, estáis locos. ¿Boda? ¿Boda? Me molestaría no estar invitado.

-Pss… No me gustan las fechas. Me refiero a que es como estar con tu mejor amiga, te entretienes horas y horas hablando, sólo que te pone cachondo y por las noches se duerme poco. El otro día se me ocurrió que si me dan un trozo de mármol y nociones de arte, soy capaz de esculpirla. Me conozco cada centímetro de su cuerpo. Te lo digo en serio. ¿A que mola mi idea?-

-Sí, podrías regalarle una escultura de su cuerpo desnudo por su cumpleaños. Con todo detalle. Seguro que le ganabas en originalidad. Desde luego, se asustaría. No, no lo hagas. Además, con esas manazas seguro que la has deformado ya.

-Pero qué dices, la toco con suavidad, por eso sigo sabiendo cómo es su cuerpo cuando mis manos no están tocándola. No seas tonto. Va, sigue.

-Bueno, el caso es que una vez que fue al baño… Mira, esto me da mucha vergüenza, no te rías, ¿vale? Sólo quería ver su reacción. Sabes que soy muy de cartas, y en un descuido le metí en el bolso la reina de corazones.

-¿Y la reina de corazones significa algo para vosotros?

-No, pero no sé, es la reina de corazones.

-¿Y qué pretendías conseguir con esa estupidez?

-Pues lo que pasó. Ayer estuvo en casa con una amiga y yo tenía mi baraja de póker encima de la mesa. A la mano, vaya. Pues la chica se creyó más lista que yo y la cogió disimuladamente por primera vez en su vida y fue pasando carta por carta.

-¿Y estaba Doña Sofía de Grecia?

-En cierto modo. Había una carta de las del reverso blanco de cuando éramos pequeños, que, sin dibujos, tenía escrito “Reina de Corazones” con bolígrafo.-

-Vaya cerdo manipulador. ¿Dijo algo?

-No, pero su cara de contrariedad me encantó.

-Después de esa jugarreta darás algún paso más, quiero suponer…

-Sí. O sea, creo que sí. Quiero dejar las cosas suceder, sin precipitarme. Sin preocuparme. Ir tanteando, y tanteándome también a mí mismo. Pero ver poco a poco su reacción e intenciones. ¿Y si decido que soy tonto y ya no me acepta?

-Yo le daría un aplauso. Es probable, en su derecho está. Pero sólo hay una forma de comprobarlo.

-Ya… Eso, que ya veremos, que sólo quería saludarte y me has liado.

-¿Te he liado? Serás…

-Calla anda, y vente a casa un rato, viene Laura con Alberto a presentarnos su nuevo single.

-¿Y pretendes seducirme para que vaya con esa noticia?

-Sí. ¿Y lo que nos vamos a dar con las rodillas por debajo de la mesa?

-Acepto a regañadientes.-y no puedo evitar soltar una carcajada.